Siempre están pasando cosas buenas en nuestras vidas. Hasta en las peores circunstancias, se suceden multitud de pequeños momentos que pueden hacer que ese día sea especial, como un amanecer o el aroma del azahar al pasear por el campo. Lo que pasa es que unas personas son capaces de verlo y otras no.
Por ejemplo recuerdo una etapa especialmente dura de cuando estaba haciendo el camino de Santiago. Ese día nos tocaba un tramo de montaña. Hacía frio y había niebla y, nada más salir del albergue, empezó a llover. La senda por la montaña se convirtió en un barrizal donde no parábamos de resbalar y caer. Las rachas de fuerte viento dificultaban nuestra marcha. Estábamos sucios de barro, ateridos por el frio y empapados por la lluvia. Era francamente duro. Al final, sobre mediodía, bajando ya de la montaña, paró de llover. Empezaron a retirarse las nubes y asomó tímidamente algún rayo de sol. En ese momento alcancé a una chica que había conocido días atrás, que estaba sentada en una roca al borde del camino, con toda la ropa puesta a secar y con los ojos cerrados disfrutando del sol. Cuando me vio, me dedicó una sonrisa y me dijo una frase que no olvidaré nunca: MIRA, EL REGALO DEL DÍA, señalando al cielo.
Aprendamos a ver las cosas positivas que pasan en nuestra vida, aprendamos a ver el regalo del día aun encerrados en nuestras casas. Os propongo un ejercicio: hacer una lista con por lo menos 5 cosas positivas que hayan pasado en los últimos 7 días. Os sorprenderá lo afortunados que sois.