“Me cuesta cambiar”
Porque no es tarea fácil. El ser humano funciona mejor ante rutinas, sabiendo con antelación lo que ha de hacer. Eso produce seguridad y confianza. Pero también puede producir cansancio y aburrimiento.
En el plano laboral, por ejemplo, el saber exactamente el tipo de trabajo que has de hacer, el lugar que has de ocupar y los compañeros que te van a acompañar hasta que te jubiles, puede producir por un lado tranquilidad, pero por otro también puede producir acomodamiento y monotonía. Si no hay cambios en el día a día, el cerebro se adapta y deja de pensar, con lo que la vida transcurre de un modo un poco insulso.
Si de repente decidimos cambiar de trabajo, surgen las preocupaciones de si sabremos hacerlo o de cómo serán nuestros compañeros y superiores. Y eso puede producir un poco de desasosiego. Pero la mente lo toma como un reto, como un desafío que se le plantea y se pone en marcha para resolverlo. Con lo que nos sentimos vivos.
Mi consejo siempre será el mismo: no tengas miedo; atrévete a cambiar.